Exposición con obra gráfica “C´est la vie!. “. Del 3 de Febrero de 2010 al 28 de Junio de 2010.
Museo Maillol de París
61 rue de Grenelle
75007 Paris, France
01 42 22 59 58
http://www.museemaillol.com/
Reseña: una exposición dedicada al tema de la muerte, el Museo Maillol de París propone también un ejercicio de ironía y sentido del humor. La muestra ilustra la forma en la que la condición efímera del ser humano ha inspirado a los artistas, desde Caravaggio a Boltanski, de Cézanne a Giacometti, pasando por Warhol y Mapplethorpe.
La exposición, que puede verse hasta el mes de junio, pone de relieve que los esqueletos y las calaveras tienen una dimensión tan universal como intemporal. Desde la antigüedad hasta nuestros días, constituyen un elemento recurrente a la hora de representar la muerte. En el Museo Maillol, la directora artística, Patrizia Nitti, ha tenido la idea de reunir un amplio espectro de obras que se asoman al más allá. Más de 200 pinturas, esculturas, joyas, fotografías y grabados construyen un mismo discurso a lo largo de la historia, aunque con matices.
Humildad y frivolidad
Un mosaico del sigo I indica que antes de la extensión del cristianismo ya existían en Europa representaciones alegóricas de la muerte. En la edad media aparece bajo la forma de las danzas macabras. Y en el año 1635, Giovanni Martinelli recuerda la vanidad de los placeres pintando un esqueleto junto a unos sorprendidos y asustados comensales. En pleno renacimiento, las obras de Caravaggio, como San Francisco en meditación, en la que el fraile sostiene una calavera, ofrecen una visión piadosa, una invitación a la humildad. Por su parte, Cupido adormecido --sobre un voraz cráneo con la mandíbula abierta--, de Genovesino, recuerda los lazos entre la muerte y el amor.
Paul Cézanne pintó, entre 1866 y 1867, Naturaleza muerta, cráneo y candelabro, que interroga sobre el alma de los objetos inanimados. El autorretrato de Robert Mapplethorpe, con el rostro marcado por la enfermedad y un bastón con una calavera en la empuñadura, ofrece una de las caras más crudas de la batalla, ya perdida, por la supervivencia. Y Damien Hirst, en cambio, enlaza con una visión más provocadora y frívola. Con su sonriente calavera recubierta de diamantes, símbolo de la riqueza material, Hirst opta por el escarnio. Así es la vida.
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