Exposición de obra gráfica “Henry Moore. Obra gràfica original 1951-1983”. Del 11 de Mayo de 2011 al 25 de Junio de 2011.
Maragall Edicions
Rambla Catalunya, 116
08008 Barcelona
Tel.: 934 159 692
Reseña: Hablar de la obra de Henry Moore supone, inevitablemente, referirse casi en exclusiva a la escultura, a esa manifestación en la que el contacto directo con la materia deja una huella diferente a la que podemos encontrar en la pintura. Y hemos hecho hincapié en el contacto, porque Moore durante mucho tiempo trabajó directamente los materiales, se integró con ellos y eso, aparte de otras razones, puede considerarse causa principal de su fidelidad a la figuración, a la figura humana, distorsionada, con vacíos imposibles y volúmenes inverosímiles, con alejamientos de la verosimilitud anatómica y ciertas dispersiones surreales, pero siempre sin perder de vista el referente.
Otro rasgo destacado, y que enlaza con el anterior, es la presencia casi exclusiva de lo femenino en su obra, la piedra, el mármol, la arcilla, el yeso e incluso el bronce provienen de la tierra, del origen de la vida; por tanto, la representación más adecuada es la de la mujer, origen a su vez de la vida humana, de ahí la insistencia en la madre con el niño, en la 'autora y su obra', a la que protege, acaricia y envuelve con su enorme presencia.
Ahora, y abriendo la puerta a todos los que quieran pasar, la galería La Aurora muestra una faceta, que para muchos puede ser desconocida, del artista británico en la que se aleja de lo tridimensional y traslada su visión del arte al grabado (conviene destacar que aquí también hay contacto directo con la materia 'dura' cuando se realiza el trabajo en la plancha), procedimiento más inmediato de expresión y más adecuado cuando se quiere hacer visible el ambiente que rodea a la figura y no el que ésta crea.
La temática en estos grabados sigue siendo la misma, la mujer, la maternidad, el cuerpo como tronco del que las nuevas ramas sustituyen, en un ciclo continuo y renovado, a aquellas que el tiempo seca y que dejan constancia de su existencia en las nuevas, pertenecientes al tronco común, al origen (la aparición del paisaje, e incluso de la arquitectura, no es anecdótico ni meramente compositivo). Las formas repiten los modelos de la escultura y, como en ella, derivan a soluciones menos miméticas y más cercanas al sentimiento, convirtiendo esta exposición en necesaria, dentro de sus dimensiones, para un mejor conocimiento de la obra, y el sentido dado a ella, de Henry Moore.
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